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viernes, 24 de octubre de 2008

BIOGRAFIA

BIOGRAFIA
LUIS MANUEL TORRES Se nace escritor como se nace escultor, músico, o pintor y los predestinados por el arcano no pueden vanagloriarse de su talento Porque no exigió de ellos gran esfuerzo. Desde muy temprana edad Para mi escribir, fue tan fácil como respirar. Después de la preparatoria y un año en el Colegio Militar no tuve más estudios y siempre supe escribir y sigo sabiendo escribir pese a mis 82 años. Puedo vanagloriarme de dominar el Ingles, traducir el Francés, el Italiano el Portugués y el Alemán y tener una muy amplia cultura, porque todo ello demandó un gran esfuerzo. En mi vida las mujeres han tenido un papel predominante, todo lo bueno y todo lo malo que me ha acontecido se debe a ellas. Una pudo por el mucho dinero que tenía, colocarme en un primer lugar en la intelectualidad del país: pero era mayor su egocentrismo que su riqueza y a su afán de centralizar en ella todos los méritos; le molestaba la fama que había adquirido antes de casarme con ella e hizo, del escritor que nací, un carpintero que, gracias a todos los dioses, no ha pedido nada en suficiencia y habilidad al literato. Debo reconocer que no quise defenderme, parte por mi amor de diente y garra y parte porque como novelista me moría de hambre y, sobre todo por una rebeldía también ingénita que no ha admitido ni mínimas claudicaciones. Al iniciarse la televisión, fui contratado por el director del canal cuatro, el primero, como escritor oficial de la estación; pero no me sedujo la perspectiva de tener que escribir “algo así como las tiras cómicas” y dejé la estupenda y singular oportunidad para venir a Acapulco a trabajar como carpintero al hotel Caleta y lo hice porque nací panteísta y Acapulco ya se me había metido en las venas. Doce años no escribí una línea, había sepultado al literato en una montaña de aserrín; tenía coche, tenía lancha y con ella el mar era todo mío; pero gracias a un Licenciado que encabezó la destrucción sistemática de las abejas, volví a escribir para defender a las blondas avecillas de Ronzard. Y desde entonces, 1964 hasta la fecha, el periodista se ha ido comiendo al escritor, porque no todos los periodistas son literatos, ni todos los escritores pueden ser buenos periodistas. La diferencia estriba en que el periodista desarrolla o interpreta como lo hicieron Denegri, Buendía, Elizondo o Mejías, y el escritor crea. El periodista tiene habilidad, el escritor imaginación. A veces me da pena saber que todo lo que escribí va a perderse. Luis Manuel Torres Zayas nació el 15 de noviembre de 1909 sus padres, Adrián Torres y María Zayas. Salió de México en 1927, recorrió centro y sur América dando a conocer con gran éxito la poesía vernácula de México. Anunciador de radio en varios lugares siempre ocupó el primer lugar. Regresó a México en 1934. Actuó en la X.E.B. en el cuadro de Pura Córdova. Tuvo en la misma estación, un programa especial de declamación. Un año después de su regreso inició, en firme, su carrera periodística trabajando en la Editorial Sayrols. Tuvo a su cargo la confección de las revistas La Familia, Misterio, Amenidades y otras. Obtuvo renombre con sus cuentos dialogados en Sucesos Para Todos, como lo demuestran cartas de muchos países allende el Suchiate. Editó doce libros, tres novelas, didácticos, el último libro que editó don Teodoro Torres, director de la revista México al Día, fue de Luis Manuel Torres en 1940 “El Perfecto Declamador” en donde da cátedra de cómo debe declamarse y como hacer poesía. Fue publicista de casas como High Life, Picot, Paris Londres, Bayer, y otras muchas, Muchos de sus slogans se popularizaron, la frase ¡20 millones de mexicanos , no pueden estar equivocados! Él la hizo para la Bayer, después la tomó la cerveza. Trabajó en Excelsior durante siete años, tuvo una sección especial, PUERTO, y contó con la protección y estímulo de don Manuel Horta y de don Gilberto Figueroa- El primero le compró muchos artículos y reportajes para JUEVES DE EXCELSIOR. No vino a Acapulco a “hacer las Américas”. Dejó una magnífica Casa, un modo de vivir decoroso y largos años de labor literaria respaldada por un pseudónimo, de la cual quedaron doce libros cuyas ediciones en algunos cinco, se agotaron por completo. Vino, porque Acapulco se le había filtrado en la sangre; porque su espíritu, por excelencia panteísta, se venció al hechizo de estas tierras en tal entrega que no titubeó en dejar lo mucho que tenía para aceptar el trabajo de carpintero.

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