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martes, 4 de marzo de 2008

ACAPULCO

Hay algo indefinible en Acapulco
de rostro de mujer amada
salvando la distancia con vaguedad
de sombras o cabrilleos de espumas
que surge sobre el mar,
como cuerpo desnudo palpitando
bajo un fino negligé de seda;
como leve caricia remanente
de hoguera ya apagada.

Un algo que se evade a las palabras
y sin embargo vibra; y acariciando pone
ramalazos de luz bajo los párpados
y sensación de arena entre las manos;
un algo indefinible, tan vago y perentorio
como el sutil perfume de una carta
olvidada en el fondo de un arcón;
como un rumor de rezos opacos de penumbra
o vieja melodía marcando sobre el negro
mosaico de la noche un paso de minué.

Hay algo indefinible en Acapulco,
grácil como ese rítmico remedo de ballet
en que los pies son alas resbalando
sobre la piel azul del cielo
una caricia blanca en busca del manglar;
como rabia de tumbo desgarrada
y hecha risa en los dientes
ya romos del peñón
un algo tan ardiente como el moaré de arena
de la duna que burla la avidez de las manos
con que las olas tratan de evadirse del mar.
Algo que es. . . ¡Acapulco, nada más Acapulco!
por mucho que sus olas sean del mar de otras playas,
por mucho que otras playas tengan su mismo sol,
en muy lejanas tierras
las melódicas sílabas de Acapulco se enlazan,
resuenan y deslumbran y aunque después resbalen
sobre las manos grises de la habitual rutina,
aunque después se queden en el millón de hitos
que fijan en la cinta polvosa de el camino
todo intento de fuga,
filtradas en las venas a manera
de extraño bebedizo, de sed nunca saciada,
de afán jamás colmado,
quedan acurrucadas en el desván del tiempo
esperando una tarde lluviosa y deprimente,
un sol sin sol sobre las rúas
o un hartazgo de prisas y pregón,
para trocar en alas las odiosas raigambres
y transportar el alma a que comulgue
con Dios que en Acapulco
es sol , es brisa y mar.

Luis Manuel Torres
(Mexicano)

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