(Mexicano)
(EL BUHO)
Bienvenidos
(Poema al estilo Chocano dedicado muy afectuosamente a la penúltima víctima del dulce dogal, mi amigo Alfredo Salinas)
Lentamente, lentamente,
como moscas que cayeran en las mieles de un papel,
con smokings alquilados, van cayendo, van cayendo
en el tálamo nupcial, los muchachos esforzados
de la vieja editorial.
De la Fuente, de la fuente el primero,
aguerrido caballero,
que con gesto adusto y fiero
y un escudo virreinal,
frente al cura, poseído
de la mágica locura,
puso en torno de su cuello
la dulzura del dogal.
Luego Chávez como imagen rediviva
de aquel indio gigantesco
que en las naves del hispano vio cautiva
su prosapia principesca
o al igual que un zopilote
que por rara complacencia
del destino se vistiera de chaqué,
tieso y serio cual popote,
ante fina concurrencia
que pensaba. . . no se qué,
el camino de la uncida caravana
principió.
Mas las alas de la suerte,
de esa suerte adversa y ruda
que los árboles desnuda
con el beso de la muerte,
ya reclama, ya reclama
otra víctima propicia
que mitigue la avaricia
del ministro que proclama
la delicia del perfecto matrimonio,
de ese lazo casto y puro
que, seguro, no lo rompe ni el demonio.
Y Salinas es la víctima elegida
para el clásico ritual,
sus pupilas sibilinas
se emborrachan de quimeras
con el vino azul violeta
de unas lánguidas ojeras
y su boca criticada de sensual,
frunce inquieta
vago gesto de pecado capital.
Ya la zarpa, esa zarpa
que disfruta sus rudezas
con besitos y ternezas
y con música de arpa,
esa zarpa que se inicia con caricias
y tibiezas y recónditas delicias,
ha tapado con su sombra
la figura diminuta
del marqués que nos asombra
realizando su ca. . . charro,
y su pase reclamando,
no aceptando ni un cigarro
que ha dejado de fumar
y se afana y a Dick Tracy bien le tupe;
porque en fecha no lejana
según supe, un jacal se va a comprar.
Lentamente, lentamente
como moscas que cayeran en las mieles de un papel,
van cayendo, van cayendo
en el tálamo nupcial,
los muchachos aguerridos
de la vieja Editorial.
Por la noche, poco a poco,
cobra pálidos perfiles
la silueta de un guerrero
aventurero, mal vestido
que el tobillo ve ceñido
por el trágico grillete de la paz matrimonial.
Y del fondo de la noche,
como lúgubre gemido,
como trágico reproche
que se trueca en alarido
y desgarra con su garra
el silencio sepulcral,
su voz hueca y retumbante,
repercute resonante
en la vieja Editorial.
¿Que se hicieron
esos bravos paladines
del ensueño y la locura,
esos pálidos donceles
que prendidos de las crines
de los líricos corceles
galoparon a la luna?. . .
¡¿Dónde están?!. . .
Y otra voz que tal parece
que viniera desde Otumba
le responde con un tono
mitad ira, mitad zumba
que se clava con encono:
- ¿Dónde están!. . .
Ni sus huellas nos dejaron
que se ahorcaron, que se ahorcaron, capitán!.
El borlote ya olvidaron,
en burgueses se tornaron
sólo piensan en el gasto,
en el pago de la gata
que reclama buena plata,
en comprar aqueste trasto
que sus dueñas encargaron,
en la luz y el abonero,
en el próximo sombrero
que reclama la costilla
que en sus trece se encastilla,
en ganar mucho dinero
y en empeño tesonero
de lograr algo que chilla.
No disparan ni un helado;
porque piensan que es pecado
el gastarse un quinto fuera
del hogar que los espera.
Ya no corren tras las damas enlutadas
y se pasan las veladas
muy modosos en casita
contemplando la exquisita
figulina de la esposa
con mirada enternecida y amorosa.
Ya dejaron el deporte
de jugar con las mujeres
y prefieren los placeres
de reñir con la consorte.
Ya no gustan de ese juego
que en las venas pone fuego
y en los labios madrigales
y muy serios y formales
del boliche forman clubes
como cándidos querubes.
Su moral se fortalece,
un dramón los enternece
y detestan esa impura,
sicalíptica lectura
que nos da “Caricatura”
Como Torres no comulga
con sus ruedas de molino
lo apabullan como a pulga
con furioso desatino
y en sus críticas tonantes
le adjudican cinco amantes
cuando acaso, sólo una
le concede su fortuna.
¡No!, mi cuate compañero de ultratumba,
es dislate el que esperes visionario
encontrar un legionario
que le tupa a las mujeres y a la rumba
que en los ámbitos sombríos de éste lúgubre salón
los que fueron . . . ¡ YA NO SON ¡
Es forzoso que dolido reconozcas
que los cóndores del nido
ya cayeron, ya cayeron
como moscas y es inútil
recordarles la inconsútil
dulce trama que se llama
¡VACILON!.
¡Los que fueron
Oh guerrero –
aventurero
¡YA NO SON!
Dan las seis de mañana,
es abierta una ventana
en el lúgubre salón
por la mano temblorosa,
bien mugrosa,
del gran Chon
y a la luz de la alborada,
con sonora carcajada
las dos sombras se escabullen
exclamando al tiempo que huyen
Lentamente, lentamente,
Como moscas que cayeran en las mieles de un papel,
Van cayendo, van cayendo
Con smokings alquilados
En el tálamo nupcial
Los muchachos esforzados
De la vieja Editorial.
(Derechos Adquiridos) (PROHIBIDA LA REPRODUCCIÓN)
(No se admiten comentarios en prosa)
Luis Manuel Torres
1939.
Me he evadido de un hombre implacable y sombrío
que cotidianamente me flagela en la estrecha
prisión en que se agosta mi vida inútilmente
y en donde sólo se de silencio y de frío,
de sombras y mendrugos, ignoro que pecado,
que crimen tan monstruoso puedo haber cometido,
por lo que todo aquello que antaño fuera mío,
la música, la luz, el color, las estrellas,
sistemáticamente me es ahora vedado.
Mis ojos, poco a poco, perdiendo van su intensa
mirada y en mis labios ya se marcan las huellas
de un rictus de amargura, y hay una sed inmensa,
sed de tierra mandita, de náufrago extenuado.
que ha bebido el veneno de las aguas del mar;
mis manos antes sabias en el sutil cariño,
hoy acaso no pueden volver a acariciar;
se va volviendo viejo mi corazón de niño
y es torpe balbuceo mi anhelo de cantar.
Me he evadido, señora; aproveché un instante
en que los ojos malos del hombre que me apresa
se hicieron casi buenos; no sé si aquél brillante
fulgor de sus pupilas, era una llama obsesa,
maliciosa, taimada una burla a mi empeño
de librarme de él, si vierais. . .¡es un hombre
muy raro quién me guarda!, antes siempre risueño,
hoy, siempre pensativo. A veces dice un nombre
y al escucharlo siento no sé porqué un extraño
y dulce sobresalto. El lo nota, señora,
lo nota y me fustiga y al poner en el daño
inconcebible saña, mi carcelero llora
y delatan sus ojos tan amarga expresión
que mi rencor decrece y pienso enternecido
que al herirme flagela su propio corazón.
Otras veces, señora, con un gesto abatido
Se me acerca y clavando, cual dos turbias saetas,
Su mirada en mis ojos, se disculpa pueril.
¡mientras que habla, sus manos, temerosas, inquietas,
me sugieren dos raras arañas de marfil.
Vagamente recuerdo- ¡cuánto tiempo ha pasado!-,
que antaño no tenía las sienes entre canas,
tan áspera la voz, ni ése andar tan cansado,
ni ése extraño mirar. Son cosas tan lejanas
que me llegan borrosas cual si hubiesen cruzado
una espesa neblina o empapado se hubieran
en una tinta gris. . .
Es absurdo, no obstante,
fue muy cierto, señora; quería que florecieran
las rosas en otoño, que el astro cintilante
se volviera cantar y decía jubiloso
que llevaba una llama dentro del corazón.
Y lo extraño del caso, lo absurdo, lo asombroso;
¡era que en mí sentía la llama y la canción!.
¡Como duele el recuerdo, cómo duele Dios mío,
cuando antaño hubo risas y hogaño hay amargura!.
Su cerebro se ha vuelto calculador y frío
y ni un vestigio queda de su antigua locura.
Libertadme, señora, mi torvo carcelero
dormita, pero puede, de pronto, despertar,
y ha de ser mi castigo sumamente severo
si sabe que he venido piedad a suplicar.
cierto es que yo tampoco gusto del plañidero
lamento que mendiga, ni es mi empeño, señora,
llevarme un despectivo: “Anda con Dios, hermano”
que envilece al que brinda y envilece al que implora
y hace que sea una braza la moneda en la mano.
Si os hablo de mi pena también la de él os digo,
-¡más es lo que ha perdido que lo que yo perdí!-,
comprendedlo, señora, no soy ningún mendigo
pues en verdad os pido, más por él que por mí.
No sé por cual prodigio pude evadirme ahora
del hombre que me apresa en su estrecha prisión,
fuerza es ya que retorne. . . Libertadme, señora,
vos tenéis el secreto de mi liberación,
es el vuestro ese nombre que su boca murmura
y sois vos el motivo de su amarga obsesión.
Si efectúas el milagro, señora, su locura
le encenderá una llama dentro del corazón,
vos tendréis un tesoro de amor y de ternura
y yo lanzaré a los vientos mi más bella canción.
Luis Manuel Torres
1957.