jueves, 19 de abril de 2012
martes, 25 de enero de 2011
LA ELEGIA DE LOS AHORCADOS
(Poema al estilo Chocano dedicado muy afectuosamente a la penúltima víctima del dulce dogal, mi amigo Alfredo Salinas)
Lentamente, lentamente,
como moscas que cayeran en las mieles de un papel,
con smokings alquilados, van cayendo, van cayendo
en el tálamo nupcial, los muchachos esforzados
de la vieja editorial.
De la Fuente, de la fuente el primero,
aguerrido caballero,
que con gesto adusto y fiero
y un escudo virreinal,
frente al cura, poseído
de la mágica locura,
puso en torno de su cuello
la dulzura del dogal.
Luego Chávez como imagen rediviva
de aquel indio gigantesco
que en las naves del hispano vio cautiva
su prosapia principesca
o al igual que un zopilote
que por rara complacencia
del destino se vistiera de chaqué,
tieso y serio cual popote,
ante fina concurrencia
que pensaba. . . no se qué,
el camino de la uncida caravana
principió.
Mas las alas de la suerte,
de esa suerte adversa y ruda
que los árboles desnuda
con el beso de la muerte,
ya reclama, ya reclama
otra víctima propicia
que mitigue la avaricia
del ministro que proclama
la delicia del perfecto matrimonio,
de ese lazo casto y puro
que, seguro, no lo rompe ni el demonio.
Y Salinas es la víctima elegida
para el clásico ritual,
sus pupilas sibilinas
se emborrachan de quimeras
con el vino azul violeta
de unas lánguidas ojeras
y su boca criticada de sensual,
frunce inquieta
vago gesto de pecado capital.
Ya la zarpa, esa zarpa
que disfruta sus rudezas
con besitos y ternezas
y con música de arpa,
esa zarpa que se inicia con caricias
y tibiezas y recónditas delicias,
ha tapado con su sombra
la figura diminuta
del marqués que nos asombra
realizando su ca. . . charro,
y su pase reclamando,
no aceptando ni un cigarro
que ha dejado de fumar
y se afana y a Dick Tracy bien le tupe;
porque en fecha no lejana
según supe, un jacal se va a comprar.
Lentamente, lentamente
como moscas que cayeran en las mieles de un papel,
van cayendo, van cayendo
en el tálamo nupcial,
los muchachos aguerridos
de la vieja Editorial.
Por la noche, poco a poco,
cobra pálidos perfiles
la silueta de un guerrero
aventurero, mal vestido
que el tobillo ve ceñido
por el trágico grillete de la paz matrimonial.
Y del fondo de la noche,
como lúgubre gemido,
como trágico reproche
que se trueca en alarido
y desgarra con su garra
el silencio sepulcral,
su voz hueca y retumbante,
repercute resonante
en la vieja Editorial.
¿Que se hicieron
esos bravos paladines
del ensueño y la locura,
esos pálidos donceles
que prendidos de las crines
de los líricos corceles
galoparon a la luna?. . .
¡¿Dónde están?!. . .
Y otra voz que tal parece
que viniera desde Otumba
le responde con un tono
mitad ira, mitad zumba
que se clava con encono:
- ¿Dónde están!. . .
Ni sus huellas nos dejaron
que se ahorcaron, que se ahorcaron, capitán!.
El borlote ya olvidaron,
en burgueses se tornaron
sólo piensan en el gasto,
en el pago de la gata
que reclama buena plata,
en comprar aqueste trasto
que sus dueñas encargaron,
en la luz y el abonero,
en el próximo sombrero
que reclama la costilla
que en sus trece se encastilla,
en ganar mucho dinero
y en empeño tesonero
de lograr algo que chilla.
No disparan ni un helado;
porque piensan que es pecado
el gastarse un quinto fuera
del hogar que los espera.
Ya no corren tras las damas enlutadas
y se pasan las veladas
muy modosos en casita
contemplando la exquisita
figulina de la esposa
con mirada enternecida y amorosa.
Ya dejaron el deporte
de jugar con las mujeres
y prefieren los placeres
de reñir con la consorte.
Ya no gustan de ese juego
que en las venas pone fuego
y en los labios madrigales
y muy serios y formales
del boliche forman clubes
como cándidos querubes.
Su moral se fortalece,
un dramón los enternece
y detestan esa impura,
sicalíptica lectura
que nos da “Caricatura”
Como Torres no comulga
con sus ruedas de molino
lo apabullan como a pulga
con furioso desatino
y en sus críticas tonantes
le adjudican cinco amantes
cuando acaso, sólo una
le concede su fortuna.
¡No!, mi cuate compañero de ultratumba,
es dislate el que esperes visionario
encontrar un legionario
que le tupa a las mujeres y a la rumba
que en los ámbitos sombríos de éste lúgubre salón
los que fueron . . . ¡ YA NO SON ¡
Es forzoso que dolido reconozcas
que los cóndores del nido
ya cayeron, ya cayeron
como moscas y es inútil
recordarles la inconsútil
dulce trama que se llama
¡VACILON!.
¡Los que fueron
Oh guerrero –
aventurero
¡YA NO SON!
Dan las seis de mañana,
es abierta una ventana
en el lúgubre salón
por la mano temblorosa,
bien mugrosa,
del gran Chon
y a la luz de la alborada,
con sonora carcajada
las dos sombras se escabullen
exclamando al tiempo que huyen
Lentamente, lentamente,
Como moscas que cayeran en las mieles de un papel,
Van cayendo, van cayendo
Con smokings alquilados
En el tálamo nupcial
Los muchachos esforzados
De la vieja Editorial.
(Derechos Adquiridos) (PROHIBIDA LA REPRODUCCIÓN)
(No se admiten comentarios en prosa)
Luis Manuel Torres
1939.
L I B E R A C I O N
Me he evadido de un hombre implacable y sombrío
que cotidianamente me flagela en la estrecha
prisión en que se agosta mi vida inútilmente
y en donde sólo se de silencio y de frío,
de sombras y mendrugos, ignoro que pecado,
que crimen tan monstruoso puedo haber cometido,
por lo que todo aquello que antaño fuera mío,
la música, la luz, el color, las estrellas,
sistemáticamente me es ahora vedado.
Mis ojos, poco a poco, perdiendo van su intensa
mirada y en mis labios ya se marcan las huellas
de un rictus de amargura, y hay una sed inmensa,
sed de tierra mandita, de náufrago extenuado.
que ha bebido el veneno de las aguas del mar;
mis manos antes sabias en el sutil cariño,
hoy acaso no pueden volver a acariciar;
se va volviendo viejo mi corazón de niño
y es torpe balbuceo mi anhelo de cantar.
Me he evadido, señora; aproveché un instante
en que los ojos malos del hombre que me apresa
se hicieron casi buenos; no sé si aquél brillante
fulgor de sus pupilas, era una llama obsesa,
maliciosa, taimada una burla a mi empeño
de librarme de él, si vierais. . .¡es un hombre
muy raro quién me guarda!, antes siempre risueño,
hoy, siempre pensativo. A veces dice un nombre
y al escucharlo siento no sé porqué un extraño
y dulce sobresalto. El lo nota, señora,
lo nota y me fustiga y al poner en el daño
inconcebible saña, mi carcelero llora
y delatan sus ojos tan amarga expresión
que mi rencor decrece y pienso enternecido
que al herirme flagela su propio corazón.
Otras veces, señora, con un gesto abatido
Se me acerca y clavando, cual dos turbias saetas,
Su mirada en mis ojos, se disculpa pueril.
¡mientras que habla, sus manos, temerosas, inquietas,
me sugieren dos raras arañas de marfil.
Vagamente recuerdo- ¡cuánto tiempo ha pasado!-,
que antaño no tenía las sienes entre canas,
tan áspera la voz, ni ése andar tan cansado,
ni ése extraño mirar. Son cosas tan lejanas
que me llegan borrosas cual si hubiesen cruzado
una espesa neblina o empapado se hubieran
en una tinta gris. . .
Es absurdo, no obstante,
fue muy cierto, señora; quería que florecieran
las rosas en otoño, que el astro cintilante
se volviera cantar y decía jubiloso
que llevaba una llama dentro del corazón.
Y lo extraño del caso, lo absurdo, lo asombroso;
¡era que en mí sentía la llama y la canción!.
¡Como duele el recuerdo, cómo duele Dios mío,
cuando antaño hubo risas y hogaño hay amargura!.
Su cerebro se ha vuelto calculador y frío
y ni un vestigio queda de su antigua locura.
Libertadme, señora, mi torvo carcelero
dormita, pero puede, de pronto, despertar,
y ha de ser mi castigo sumamente severo
si sabe que he venido piedad a suplicar.
cierto es que yo tampoco gusto del plañidero
lamento que mendiga, ni es mi empeño, señora,
llevarme un despectivo: “Anda con Dios, hermano”
que envilece al que brinda y envilece al que implora
y hace que sea una braza la moneda en la mano.
Si os hablo de mi pena también la de él os digo,
-¡más es lo que ha perdido que lo que yo perdí!-,
comprendedlo, señora, no soy ningún mendigo
pues en verdad os pido, más por él que por mí.
No sé por cual prodigio pude evadirme ahora
del hombre que me apresa en su estrecha prisión,
fuerza es ya que retorne. . . Libertadme, señora,
vos tenéis el secreto de mi liberación,
es el vuestro ese nombre que su boca murmura
y sois vos el motivo de su amarga obsesión.
Si efectúas el milagro, señora, su locura
le encenderá una llama dentro del corazón,
vos tendréis un tesoro de amor y de ternura
y yo lanzaré a los vientos mi más bella canción.
Luis Manuel Torres
1957.
viernes, 26 de diciembre de 2008
lunes, 27 de octubre de 2008
Contestando a Cato (Lic. Teófilo Berdeja Aivar)
viernes, 24 de octubre de 2008
PROLOGO
BIOGRAFIA
LUIS MANUEL TORRES Se nace escritor como se nace escultor, músico, o pintor y los predestinados por el arcano no pueden vanagloriarse de su talento Porque no exigió de ellos gran esfuerzo. Desde muy temprana edad Para mi escribir, fue tan fácil como respirar. Después de la preparatoria y un año en el Colegio Militar no tuve más estudios y siempre supe escribir y sigo sabiendo escribir pese a mis 82 años. Puedo vanagloriarme de dominar el Ingles, traducir el Francés, el Italiano el Portugués y el Alemán y tener una muy amplia cultura, porque todo ello demandó un gran esfuerzo. En mi vida las mujeres han tenido un papel predominante, todo lo bueno y todo lo malo que me ha acontecido se debe a ellas. Una pudo por el mucho dinero que tenía, colocarme en un primer lugar en la intelectualidad del país: pero era mayor su egocentrismo que su riqueza y a su afán de centralizar en ella todos los méritos; le molestaba la fama que había adquirido antes de casarme con ella e hizo, del escritor que nací, un carpintero que, gracias a todos los dioses, no ha pedido nada en suficiencia y habilidad al literato. Debo reconocer que no quise defenderme, parte por mi amor de diente y garra y parte porque como novelista me moría de hambre y, sobre todo por una rebeldía también ingénita que no ha admitido ni mínimas claudicaciones. Al iniciarse la televisión, fui contratado por el director del canal cuatro, el primero, como escritor oficial de la estación; pero no me sedujo la perspectiva de tener que escribir “algo así como las tiras cómicas” y dejé la estupenda y singular oportunidad para venir a Acapulco a trabajar como carpintero al hotel Caleta y lo hice porque nací panteísta y Acapulco ya se me había metido en las venas. Doce años no escribí una línea, había sepultado al literato en una montaña de aserrín; tenía coche, tenía lancha y con ella el mar era todo mío; pero gracias a un Licenciado que encabezó la destrucción sistemática de las abejas, volví a escribir para defender a las blondas avecillas de Ronzard. Y desde entonces, 1964 hasta la fecha, el periodista se ha ido comiendo al escritor, porque no todos los periodistas son literatos, ni todos los escritores pueden ser buenos periodistas. La diferencia estriba en que el periodista desarrolla o interpreta como lo hicieron Denegri, Buendía, Elizondo o Mejías, y el escritor crea. El periodista tiene habilidad, el escritor imaginación. A veces me da pena saber que todo lo que escribí va a perderse. Luis Manuel Torres Zayas nació el 15 de noviembre de 1909 sus padres, Adrián Torres y María Zayas. Salió de México en 1927, recorrió centro y sur América dando a conocer con gran éxito la poesía vernácula de México. Anunciador de radio en varios lugares siempre ocupó el primer lugar. Regresó a México en 1934. Actuó en la X.E.B. en el cuadro de Pura Córdova. Tuvo en la misma estación, un programa especial de declamación. Un año después de su regreso inició, en firme, su carrera periodística trabajando en la Editorial Sayrols. Tuvo a su cargo la confección de las revistas La Familia, Misterio, Amenidades y otras. Obtuvo renombre con sus cuentos dialogados en Sucesos Para Todos, como lo demuestran cartas de muchos países allende el Suchiate. Editó doce libros, tres novelas, didácticos, el último libro que editó don Teodoro Torres, director de la revista México al Día, fue de Luis Manuel Torres en 1940 “El Perfecto Declamador” en donde da cátedra de cómo debe declamarse y como hacer poesía. Fue publicista de casas como High Life, Picot, Paris Londres, Bayer, y otras muchas, Muchos de sus slogans se popularizaron, la frase ¡20 millones de mexicanos , no pueden estar equivocados! Él la hizo para la Bayer, después la tomó la cerveza. Trabajó en Excelsior durante siete años, tuvo una sección especial, PUERTO, y contó con la protección y estímulo de don Manuel Horta y de don Gilberto Figueroa- El primero le compró muchos artículos y reportajes para JUEVES DE EXCELSIOR. No vino a Acapulco a “hacer las Américas”. Dejó una magnífica Casa, un modo de vivir decoroso y largos años de labor literaria respaldada por un pseudónimo, de la cual quedaron doce libros cuyas ediciones en algunos cinco, se agotaron por completo. Vino, porque Acapulco se le había filtrado en la sangre; porque su espíritu, por excelencia panteísta, se venció al hechizo de estas tierras en tal entrega que no titubeó en dejar lo mucho que tenía para aceptar el trabajo de carpintero.
De vuelta al corazón
ESTE REGRESO, LO HACE DE NUEVO MI TIA ERNESTINA CON UNA MUY HERMOSA BIOGRAFIA DE MI TIO LUIS MANUEL, ESPERO SUS COMENTARIOS
lunes, 24 de marzo de 2008
LA PATRIA ES PRIMERO
no en lo que a mí concierne
porque siempre he tratado,
dentro de mis pocas fuerzas,
de obedecer fielmente
esa heróica consigna que nos legaste:
Estoy avergonzado,
dolido hasta las lágrimas
del escarnio que han hechode tu célebre frase:
"La Patria es primero"
No, señor, ya la patria
ha caído en desuso,
la patria es un sofisma
que late como enorme
tambora martilleada
por puños de mentiras;
está en todas las bocas
ahogándose en saliva,
pero nadie la lleva
como tú la llevaste
fluyendo por tus venas,
encendiendo en tus ojos
las miriadas de estrellas
de tu cielo y tu ensueño.
La patria es un pretexto
para expandir el tórax,
para engolar la voz
con trémolos que intentan
convencer al oyente
de un genuino fervor,
tan falso, como falsa
es la vieja tizona
de palo que en el teatro
reluce cual si fuera
acero bajo el sol.
¡Pobre de tí si vives
como caricia al viento,
como frescura en frondas,
como dureza en rocas
o en murmullos de mar.
Acaso vas buscando
tal si buscaras tierra
propicia a la simiente
de tu perenne afán;
tal si buscaras puertas
abiertas a tus viejos
empeños libertarios;
tal si buscaras nido
en corazón de hombres
de cutis atezado
sobre su sangre azul,
y que amando la patria
sonrieron a la muerte
como lo hiciste tú.
"La Patria, es primero"
repiten incansables,
ritornelo que urge
saber cual es la patria
que veneran y adulan
devotos de tu frase. . .
¿Es la patria que tienen
en los bancos de Suiza?. . .
¿ Es la patria del buitre
que aprovechó el desastre
para hartar su avaricia?,
¿Es la patria que buscan
en la puerca política
de un sistema caduco?. . .
¿Es la patria que lucra
depauperando al pueblo?. . .
¿ La patria del que premiala
ineptitud supina
con la veste de Themis?. . .
¿Es la patria que ampara
ladrones que saquearon
la fortuna del pueblo
al que están aherrojando
con voraces impuestos
que resarzan los viejos
criminales dispendios?. . .
Estoy avergonzado,
señor, de mi impotencia,
de mi voz sin sonido,
de mis puños sin fuerza,
del continuo fracaso
de éste mi pobre empeño
de acatar el mandato
de tu frase que ahora
nadie quiere escuchar.
"La patria , es primero"
¿Para quienes, señor?. . .
¿Para mí?,
¿De qué sirve?,
¿A quién darle mi vida para salvar la patria?
Tú tuviste a tu lado
un puñado de hirsutos
gañanes que contigo
se jugaban la vida;
pero yo sólo tengo una larga agonía
de soledad y odio,
tal si fuera terrible
pecado tener patria.
Estoy avergonzado,
dolido hasta las lágrimas,
y no por mi fracaso,
sino por el fracaso
de la patria surgida
de tu sangre y ensueño,
patria, señor, que ahora
¡Se ha quedado sin patria!
Luis Manuel Torres (Mexicano)
martes, 4 de marzo de 2008
N A D A
el robusto y joven cachorro
que envanece mi ego y yo.
Calle céntrica,
odiosa en la mañana dominguera,
como cause vacío,
ciegos los ojos vendedores
por los pesados párpados de acero.
desolado el asfalto
en su orfandad de prisas,
de angustias y pregón
y en gris desnudez acariciada
por ese sol civilizado
que no parece sol.
De pronto
apareció en la esquina,
hacia nosotros,
una esbelta mozuela.
El busto ya acusaba
madurez de vendimia
y el rubio pelo era
como trigo en sazón.
¡Cómo se conocía
que era domingo en ese
vestidito nevado
de sedas y organdí
y que tenía en la falda
un remedo de alas carmesí!
Fue un suceso tan breve
que cupiera
en un beso se novia quinceañera
que ve al novio partir:
fijó los claros ojos
en la recia figura
del hijo que venía
junto a mí.
Hubo como un chispazo,
mucho más,
como un deslumbramiento,
como una marejada de luz
que condensara
toda avidez de amar.
Después, en súbito fracaso, avergonzados,
aquellos ojos claros lentamente
bajaron su mirada hacia los pies,
piecesitos torcidos,
irremediablemente contrahechos,
como dos alas rotas,
como dos negaciones disfrazadas
en raso de escarpín.
-Hijo, ¡Te diste cuenta. . . ?
-¿De qué?. . . ¡Iba yo distraído!
- De nada -contesté-
Mis ojos casi muertos
rehuyeron la mirada
de esos sus grandes ojos
en que la luz se ríe
gozosa de vivir,
y en tanto repetía:
“De nada, no era nada. . . ”
mi espíritu, cojeando,
lloraba en la silueta
de la muchacha aquella
vestida de organdí.
Luis Manuel Torres
(Mexicano)
S O N
te he escuchado y asombrado
de escucharte, te he sentido.
Tu latido, como paso de pies vírgenes de niño
que mancharan el sendero con su armiño,
ha dejado a mi afán inquisitivo,
en hilera interminable,,
blancos puntos suspensivos.
Muchas veces he mirado
los dos garfios de mis manos
y me he dicho: “Tengo manos”,
muchas veces he cerrado
las dos cuencas de mis ojos
y me he dicho: “Tengo ojos”
Pero a nadie di mis manos;
pero a nadie di mis ojos.
Mas mis manos se colmaron
para darte, por los ojos te me fuiste
muchas veces
y fue tanto el despilfarro
que de ti hice en la vida,
que hace mucho me decía,
porque ya no lo sentía:
“Ya no tengo corazón”.
Son del corazón cansado,
te he escuchado y al oírte
te he sentido y al sentirte
he llorado,
he llorado amargamente;
porque las manos que dieron
como quien da miel en púrpuras,
están sangrando,
porque los ojos que dieron
como quien da fuego en pétalos,
están cegados;
porque te daba en caricias
y te recogía en herida;
porque pedazo a pedazo
te fui sembrando en la senda
y hoy que retorno por ella
voy allanando zarzales.
Son del corazón cansado,
te he escuchado
y todo mi ser intenta
en pugna inmisericorde,
apagar esa tu lenta
cantinela monocorde,
acallar ese latido
que funde seda y armiño
cual si fuera el leve ruido
de los pasos de algún niño
sobre la alfombra de sombra
que le ha tendido mi oído.
Son del corazón cansado,
¿No comprendes?
hace mucho no te oía,
¿Porqué goteas en mi oído
que hay corazón todavía?. . .
Luis Manuel Torres. (Mexicano)
ODIOSOS NERVIOS MÍOS.
con esos nervios tuyos. . .
me dijo, y en las dos almendras
de luz bajo sus cejas
llameaba débilmente un poquito de hastío. . .
¡OH, mis nervios, estos odiosos nervios míos,
esta urdimbre incongruente,
esta tupida red en que se apresa
la herida de mi carne y de mi espíritu
al igual que el fuego frío de un rojo pez
y una blanca medusa iridiscente!
odiosos nervios míos que encendieron mis ojos
para decir con ellos a sus ojos
tal si clavaran jade y oro sobre ébano,
¡Apasionadamente!
Odiosos nervios míos que se asomaron
en vibrátiles lenguas a mis labios
para decirle en breve madrigal:
“Tu belleza se yergue con sin igual prestancia;
bajo este sol del trópico y junto al mar,
se dijera que res como una palma real”.
¡Odiosos nervios míos que se me fueron a la manos
como un tropel de dedos infantiles
y lentos extendieron en su espalda
el aceite moreno como un velo
entre su cuerpo y el beso descarado
de mi sol tropical.
¡Odiosos nervios míos que se hicieron
avidez de cuchillas mutilando
el orgullo fragante de las ramas
para encender sobre la sombra de su pelo
una humildad de pétalos y aroma!
¡Odiosos nervios míos que se tendieron
como una escala de gritos de alborozo
del borde del cantil hasta la furia
del mar en las rompientes
y en el claro remanso, sobre los diez
pequeños dedos de sus pies,
pusieron uno a uno, diez temblores de beso,
ajorcando a sus plantas mi albedrío!
¡Odiosos nervios míos que me llevaron
bajo el cristal bullente
para morder la espuma de su carne
y con la boca amarga, sentir entre mis dientes,
temblar todo el milagro
del cuerpo azul del mar!
- Yo no podría soportar tu carácter,
con esos nervios tuyos. . .
¡OH, mis nervios, estos odiosos nervios míos
que se han puesto a llorar!
Luis Manuel Torres
(Mexicano)
QUE REGALONA VIDA.
noventa y tantos kilos de cordialidad
que se exuda de todo su yo en sonrisas,
en bromas, en parlotear de niño
que no sabe pensar.
“Que regalona vida, - me dijo-
se acabaron las puertas, las ventanas,
el tener como todos, que sudar,
porque no va a decirme que escribiendo poemas
se ha puesto a trabajar. . . ¡”
Cierto, ya no trabajo,
Sencillamente, no hago nada.
El maestro, su hijo, el ayudante
batallan con mi sierra, mi cepillo,
ya no pierdo las horas ajustando,
midiendo para que todo fuera
digno de ese prestigio
de ¡el mejor carpintero!
que enroscaba al pescuezo del poeta
diciéndole: ¡Esto sí da dinero!
Despierto y un hachazo de sol en mi cabeza
desgaja mi cerebro.
el lecho es placentero,
no hay apremios de tiempo ni tarea
y sin embargo, en un pueril afán,
trato de regresar al sueño,
como si fuera Lázaro tratando de volverse
hacia el no ser total.
Me traen el desayuno y en mi estancia
hay un vivo alboroto de pájaros de sol.
Nada falta, el jugo. . . el pan . . . el café
¡y todo me sabe amargo, porque falta la flor. . .!
Arde la sangre en mis venas,
se me quema el cerebro, el alma, todo yo;
¡pero falta la flor!
Pienso: “Mi motor va a oxidarse,
Hay que lavar la lancha, puede ser que mañana. . . ”
Y a través de la malla del amplio ventanal,
con sus párpados blancos el mar guiña una burla
al rotundo fracaso de mi afán.
“Hay que archivar las cartas, que recoger los discos;
hay que limpiar las armas, que buscar los cartuchos,
en estas noches sin luna los conejos. . . ”
¡Y me tiendo en el lecho, como pequeñas bocas
las yemas de mis dedos indagan en la palma
de mi mano derecha por el áspero orgullo
de roca que tenían y en ausencia
la tersura que beben se deslíe
como rocas licuada en mis ojos.
Me levanto, rabioso; con el pico acerado
de mi angustia, escarbo en las mitades del cerebro
que como fruto maduro el sol abrió a la vida,
y escribo. . . escribo. . . escribo
sin pensar, sin medir, sin saber
siquiera lo que escribo;
gasto la poca luz de mis retinas
en dispendio de pánico, de huída,
hasta que al fin mis ojos
son como dos ascuas sin pupilas
que duplican visiones o se vuelven
dos puños de ceniza borrando perspectivas.
¡Y otra vez a ese lecho, placentero, mullido,
a llorar o a pensar, que es lo mismo!
Para que luego venga alguno y se vaya pensando:
“¡Que regalona vida. . . no tiene ya que trabajar. . . !
Luis Manuel Torres
(Mexicano) 1958.
MUERETE YA, POETA.
Acaba de una buena vez
con esa vida tuya,
tumefacta de ensueños, que al igual
que pierna gangrenada,
arrastras por el mundo.
Muérete ya poeta,
esas tus dos alas
de vientos y de espumas,
de silencio, soledad y astros,
no sirven para nada.
¿Para qué quieres tu hacer palabras
el súbito chispazo
que enciende en tu cerebro?
Las vírgenes de ahora ya no lloran
con la historia romántica,
ya no tejen ni sedas ni quimeras
ni añoran la caricia
de los catorce dedos de un soneto.
Para ellas, la gavota, el minué,
son antiguallas,
chocheces de la abuela,
y la urgencia sexual que antaño era
irrazonable afán de llanto,
la muerte de una flor en el breviario;
ahora se desboca como un potro frenético
al mordisco de una música de negros
que late el atabal y hiede
a hembra y macho pareados en la selva.
Muérete ya, poeta, tú no tienes hermanos,
no podrás nunca
comprender las absurdas
metáforas que usan,
su hermético sentido de lo cósmico,
tú no eres nada más que un pobre diablo,
anacrónico y cursi,
que pegas el oído a los tinacos
para escuchar, absorto, el parlotear del agua,
o ríes jubiloso a la minucia
de que el acodo tiene un nuevo brote.
No te compras camisas ni cuidas la melena,
no buscas la tertulia ni el café literario,
y sobre todo, amigo, ¡vas pensando en voz alta!
y pensar en voz alta
es el crimen más grave entre los crímenes.
Muérete ya, poeta, te quedaste sin patria,
la tierra en que naciste ya no guarda
el sabor que nutrió tus mocedades,
la tradición es idealismo
el idealismo, lastre.
El caserón adusto sangrante de tezontle,
las macizas columnas, los encajes de piedra
que se hacían con dispendios de tiempo
y no de oro, el jardín y la fuente
y el fresno secular,
han sido triturados en un monstruo de acero
que vacía, en suceder monótono,
anemias incurables de brisas y de sol.
Muérete ya, poeta, no sigue ya tus huellas
la rabiosa jauría de mastines hirsutos
que sangraban tu carne y tu cerebro;
la bodega está llena, el lecho está mullido
y hasta el último can, tu soledad,
de viejo, ha perdido los dientes y te lame
mansamente las manos.
Muérete ya, poeta, me molestas,
antaño fuiste tú, como hogaño soy yo,
¿Comprendes. . . ? Tú, apaleado y herido,
soy yo, cuerdo y sensato;
déjame que disfrute de Insula y canonjías,
deja de ir tras de mí
como sarnoso perro callejero
que recibió un mendrugo y por la dádiva
pretende haber hallado al fin un dueño.
Como escudero tuyo, te fui grato,
ahora que soy el amo, me molestas.
¡Son cosas de los hombres!
Y yo bebí la sangre de tu herida,
devoré tus quimeras y. . .¿ qué quieres. . . ?
soy un hombre, un hombre como todos.
Luis Manuel Torres
(Mexicano)
ACAPULCO
de rostro de mujer amada
salvando la distancia con vaguedad
de sombras o cabrilleos de espumas
que surge sobre el mar,
como cuerpo desnudo palpitando
bajo un fino negligé de seda;
como leve caricia remanente
de hoguera ya apagada.
Un algo que se evade a las palabras
y sin embargo vibra; y acariciando pone
ramalazos de luz bajo los párpados
y sensación de arena entre las manos;
un algo indefinible, tan vago y perentorio
como el sutil perfume de una carta
olvidada en el fondo de un arcón;
como un rumor de rezos opacos de penumbra
o vieja melodía marcando sobre el negro
mosaico de la noche un paso de minué.
Hay algo indefinible en Acapulco,
grácil como ese rítmico remedo de ballet
en que los pies son alas resbalando
sobre la piel azul del cielo
una caricia blanca en busca del manglar;
como rabia de tumbo desgarrada
y hecha risa en los dientes
ya romos del peñón
un algo tan ardiente como el moaré de arena
de la duna que burla la avidez de las manos
con que las olas tratan de evadirse del mar.
Algo que es. . . ¡Acapulco, nada más Acapulco!
por mucho que sus olas sean del mar de otras playas,
por mucho que otras playas tengan su mismo sol,
en muy lejanas tierras
las melódicas sílabas de Acapulco se enlazan,
resuenan y deslumbran y aunque después resbalen
sobre las manos grises de la habitual rutina,
aunque después se queden en el millón de hitos
que fijan en la cinta polvosa de el camino
todo intento de fuga,
filtradas en las venas a manera
de extraño bebedizo, de sed nunca saciada,
de afán jamás colmado,
quedan acurrucadas en el desván del tiempo
esperando una tarde lluviosa y deprimente,
un sol sin sol sobre las rúas
o un hartazgo de prisas y pregón,
para trocar en alas las odiosas raigambres
y transportar el alma a que comulgue
con Dios que en Acapulco
es sol , es brisa y mar.
Luis Manuel Torres
(Mexicano)